Artículo por Anita Rivera, Coordinadora de Comunidad e Incidencia de Chile Regenerativo
El pasado 7 de noviembre, en el acogedor entorno del Restaurant Espantapájaros, ubicado entre Frutillar y Puerto Octay, se llevó a cabo el 3er Diálogo Local de Chile Regenerativo junto a un grupo de agricultores locales de la cuenca del Llanquihue y el Río Maullín.
Este tercer Diálogo Regenerativo Local, fue un evento co-diseñado entre Chile Regenerativo, y la ONG Regenerativa, una organización basada en Frutillar, y dedicada a articular y ejecutar acciones de regeneración ecosistémica para impulsar la salud planetaria.
El propósito del encuentro fue explorar el potencial de la agricultura regenerativa como un camino hacia la construcción de una visión común de desarrollo local y vida rural. A través de una reflexión colectiva y guiados por el equipo de CoLab UC con una metodología de Doble Diamante, los participantes se sumergieron en grupos para abordar desafíos territoriales y proponer acciones concretas para lograr una visión común de agricultura local para el año 2030.
Los aprendizajes de este diálogo se revelan en las tres dimensiones que contempla todo trabajo de desarrollo regenerativo: a nivel individual, colectivo y ecosistémico, lo que refuerza la idea de que, para avanzar hacia modelos regenerativos de desarrollo local, debemos adoptar una mirada holística que integre los diversos componentes presentes en un sistema.
El desafío de la identidad agrícola local
A nivel individual, aparece una dualidad palpable entre las enseñanzas agrícolas arraigadas en la tradición familiar y el conocimiento adquirido en instituciones académicas. Los jóvenes agricultores se debaten entre seguir el camino de una agricultura respetuosa de la naturaleza, diversa, basada en enseñanzas ancestrales y con prácticas agroecológicas propias de la agricultura familiar campesina; o el sendero de una agricultura moderna, tecnificada y basada en la aplicación de agro insumos, como les ha sido enseñado en la universidad o institutos técnicos.
El sentido común les dice que la alternativa arraigada en sus tradiciones familiares es la que puede generar mayor salud y bienestar en su entorno, tanto para ellos como agricultores, como para las demás especies con las que conviven en los ecosistemas agrícolas.
Sin embargo, el incremento de barreras de producción y costos asociado a la producción agrícola local de pequeña escala, amenazan su subsistencia y sostenibilidad en el tiempo, debiendo enfrentarse constantemente a un entorno desafiante, que al final del día los lleva a cuestionarse el modelo a seguir y su supervivencia.
Por otro lado, a nivel colectivo, el envejecimiento de la población agrícola tradicional y la migración campo-ciudad añaden presión al sistema, debilitando aún más la identidad agrícola local. Los productores se ven enfrentados a tomar acciones por su propia cuenta para preservar el valor de la agricultura local, sus productos alimentarios, y la identidad rural, acrecentando la sensación colectiva de que están solos en este camino hacia un modelo de producción regenerativo.
Desde ahí, se hace evidente la necesidad de contar con nuevos y mejores instrumentos públicos que permitan apoyar el quehacer agrícola regional en este escenario; que fomenten la valoración de lo propio, y que permitan generar políticas locales de seguridad y soberanía alimentaria para avanzar colectivamente hacia modelos productivos regenerativos.
Desafíos ecosistémicos y la fragmentación del territorio agrícola
A nivel ecosistémico, el mayor desafío se vincula con el fenómeno de las parcelaciones y la consiguiente fragmentación del paisaje natural y agrícola. Las consecuencias son palpables: desde la generación de residuos hasta la escasez de agua por el aumento de demanda, la pérdida de biodiversidad resultante de la tala de bosque nativo para el despeje de terrenos, hasta la ausencia de infraestructura básica como alcantarillados y/o sistema de tratamiento de aguas servidas.
La ausencia de una planificación territorial integral obstaculiza la preservación de las tradiciones agrícolas y la diversificación de la agricultura de pequeña y mediana escala, pilares fundamentales para el desarrollo de sistemas alimentarios locales.
Con relación a lo anterior, este diálogo también ha puesto de manifiesto la imperiosa necesidad de redefinir la visión del desarrollo rural desde una perspectiva regenerativa, e integrando el concepto de “nueva ruralidad”, que reconoce la evolución que actualmente está ocurriendo en los espacios tradicionalmente no urbanos, y que cambia el paradigma bajo el cual hasta ahora se había entendido la dualidad urbano-rural.
La importancia de la colaboración para un futuro regenerativo
Para poder abordar estos desafíos, tanto a nivel individual, como colectivo, y ecosistémico, se hace crucial establecer instancias de colaboración y articulación entre diversos actores, en especial, entre el mundo público-privado y entre consumidores-productores. A través de este y los otros diálogos realizados este año en Chile, hemos visto la importancia de sentarse a conversar y conocerse, de crear espacios de intimidad y confianza para poder soñar en conjunto.
La creación de faros regenerativos se erige como una plataforma esencial para compartir prácticas, generar sinergias y promover una agencia personal transformadora. El desarrollo de comunidades de práctica en torno a la agricultura regenerativa, puede ser un catalizador del potencial de un lugar, creando vitalidad, nueva motivación y energía, así como campos sociales viables que faciliten la evolución de los territorios como sistemas vivos
Potenciar estas iniciativas colaborativas puede ser un interesante motor en la transición hacia un modelo agrícola y rural más resiliente, capaz de preservar la identidad y el valor de la producción local, al tiempo que promueve la armonía con el entorno natural y las nuevas formas de habitar la ruralidad.
Si quieres revivir nuestro encuentro, o conocer más detalles de lo que fue esta maravillosa jornada, revisa el video que realizamos para el evento.