La crisis sistémica en la que vivimos -que no mejora, sino más bien se agudiza día a día-, nos ha llevado a cuestionarnos la magnitud del cambio que realmente necesitamos si queremos sobrevivir como especie. Parece ser que algunos seres humanos hemos olvidado la importancia de las redes de conexiones y relaciones que sostienen la vida, y hemos construido una historia de separación, creyendo que somos independientes de la naturaleza en nuestro actuar cotidiano. 


Para avanzar en un nuevo camino, es necesario cambiar nuestra comprensión de la realidad, de un todo globalizado y estandarizado, a una red de múltiples fenómenos locales, únicos e irrepetibles.
Es tiempo de que el mundo que nos creó y el mundo que creamos, vuelvan a reintegrarse. Es hora de entender que los desafíos de los sistemas vivos no pueden aislarse de sus contextos ni simplificarse en extremo; es hora de entender que el cambio de mirada es urgente y que ya no podemos seguir sosteniendo una sociedad en crisis. La regeneración de los sistemas naturales y humanos del mundo, sólo puede tener éxito si entendemos que habitamos un mundo vivo, complejo  e interconectado; en un planeta que se autoorganiza en redes, a través de la interacción constante de múltiples sistemas vivos en diferentes escalas. De lo macro a lo micro, la vida se teje siguiendo patrones, ciclos y relaciones.


La regeneración nos invita a poner la vida al centro de cada reflexión, decisión y acción, entendiendo que
la protección de la salud de los ecosistemas tiene directa relación con la protección de la vida humana y otros seres vivos. En este marco, la noción de un desarrollo regenerativo abre el camino a imaginarnos ciudades, pueblos, campos, huertos, bosques, océanos y comunidades que posean belleza natural, salud ecológica y abundancia productiva para todos los sistemas vivos. Todos tenemos un papel que cumplir en este nuevo mundo. Pero necesitamos comprometernos a cuestionar y transformar no sólo lo que hacemos, sino el cómo lo hacemos y cómo pensamos, desde lo individual a lo colectivo, para finalmente comprender que como seres humanos, no estamos por sobre ninguna otra expresión de vida, sino que somos una especie más en la inmensa red de interconexiones que emergen de la evolución.